“… Creo que es un juego delicadísimo. Sin duda, en el que se propiciaban las relaciones personales más interesantes y donde más que en ningún otro caso se podía ver la naturaleza humana. Reunía la emoción con todo un despliegue de estrategias, partiendo del lugar que uno elegía para esconderse. Porque están los que se esconden cerca de la piedra para rápidamente salir bien librados y los que prefieren esconderse lejos y demorar el encuentro. El escondite puede tener esas dos ventajas: el fácil acceso a la piedra para librar, o la imposibilidad de ser descubierto, y allí se ven dos ideas de cómo ser y cómo ver el mundo: o se está al acecho para lograr el máximo provecho con el mínimo esfuerzo, o uno se hace el dificultoso y busca caminos que demoren, pero que tal vez garantizan una mayor gloria. Claro, el inconveniente de esto último es lo difícil que puede resultar salir del escondite, con el riesgo de ser descubierto, penalizado y hasta olvidado, que es lo que le pasa a quien se esconde demasiado bien.”
(Entrevista de María Guisela Masarik a Alejandro Dolina. En “100 años de Vida Cotidiana. El Diario Intimo de un País”.) Visto y leído en: “Estampas de Buenos Aires”. Blog de Carlos Szwarcer
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