Si Sofi no me hubiera mirado
mientras corría por la cancha de fútbol
como un superhéroe,
no habría hecho el autogol
por el que me expulsaron,
ni habría soñado durante cinco noches
que la pelota era un meteorito,
y el arco de fútbol el espacio,
y yo un científico loco
que salvaba a la Tierra del Apocalipsis.
Si Sofi no me hubiera mirado
en mi cumpleaños número ocho
(cumpleaños patético, por cierto)
no me habría echado a llorar
con miedo a morir atravesado por la espada,
mientras el mago pedía silencio
para que yo, el héroe de la fiesta,
prestara mi abdomen al gran truco.
(Es verdad que el mago me había explicado esa magia
pero yo lloré y lloré sólo porque Sofi me miraba).
Si Sofi no me hubiera mirado en la clase
mientras leía en voz alta aquel poema
de amor que la maestra me había obligado a escribir,
no habría dicho que el amor
es tan aburrido como un mediodía,
y tan desagradable como un jarabe,
y tan inútil como un barco en una autopista.
Y no habría pedido a los dioses del Olimpo
que el amor desapareciera
para que las personas no perdieran más tiempo
enamorándose y escribiendo tontos
poemas de amor.
Si Sofi no me hubiera mirado el día de las fotos
yo no habría salido con cara de pingüino asustado
como dijeron todos.
Porque la mirada de Sofi
me llena de faltas de ortografía,
me eleva al cuadrado
y me disuelve en agua de lluvia.
Cuando Sofi me mira me siento perdido,
más perdido que un pingüino
en una foto escolar.
Su mirada tiene la culpa de mis disparates,
de mis despistes,
y de todos mis autogoles en esta vida.
Cuando vean a Sofi
díganle que estoy huyendo de su mirada,
que ando escondido en montañas, en grutas
y en bosques tenebrosos.
Que le temo a sus ojos
más que a las espadas de los magos
y a los dragones.
Y si Sofi se pone triste por esto, avísenme,
que yo saldré de mi escondite
sólo para que ella me mire un poquito.
Si no fuera porque el amor es algo tan aburrido
diría que estoy enamorado de Sofi,
pero esto no se lo digan.
mientras corría por la cancha de fútbol
como un superhéroe,
no habría hecho el autogol
por el que me expulsaron,
ni habría soñado durante cinco noches
que la pelota era un meteorito,
y el arco de fútbol el espacio,
y yo un científico loco
que salvaba a la Tierra del Apocalipsis.
Si Sofi no me hubiera mirado
en mi cumpleaños número ocho
(cumpleaños patético, por cierto)
no me habría echado a llorar
con miedo a morir atravesado por la espada,
mientras el mago pedía silencio
para que yo, el héroe de la fiesta,
prestara mi abdomen al gran truco.
(Es verdad que el mago me había explicado esa magia
pero yo lloré y lloré sólo porque Sofi me miraba).
Si Sofi no me hubiera mirado en la clase
mientras leía en voz alta aquel poema
de amor que la maestra me había obligado a escribir,
no habría dicho que el amor
es tan aburrido como un mediodía,
y tan desagradable como un jarabe,
y tan inútil como un barco en una autopista.
Y no habría pedido a los dioses del Olimpo
que el amor desapareciera
para que las personas no perdieran más tiempo
enamorándose y escribiendo tontos
poemas de amor.
Si Sofi no me hubiera mirado el día de las fotos
yo no habría salido con cara de pingüino asustado
como dijeron todos.
Porque la mirada de Sofi
me llena de faltas de ortografía,
me eleva al cuadrado
y me disuelve en agua de lluvia.
Cuando Sofi me mira me siento perdido,
más perdido que un pingüino
en una foto escolar.
Su mirada tiene la culpa de mis disparates,
de mis despistes,
y de todos mis autogoles en esta vida.
Cuando vean a Sofi
díganle que estoy huyendo de su mirada,
que ando escondido en montañas, en grutas
y en bosques tenebrosos.
Que le temo a sus ojos
más que a las espadas de los magos
y a los dragones.
Y si Sofi se pone triste por esto, avísenme,
que yo saldré de mi escondite
sólo para que ella me mire un poquito.
Si no fuera porque el amor es algo tan aburrido
diría que estoy enamorado de Sofi,
pero esto no se lo digan.
De: “Ahora que somos invisibles” © 2010, Liset Lantigua. Ilustraciones: Ricardo Novillo Loaiza © 2010, Grupo Santillana S. A. Quito, Ecuador
Visto y leído en: Prisa Ediciones.
http://www.prisaediciones.com/ec/libro/ahora-que-somos-invisibles/
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