Con lágrimas de cebolla,
y dedos de perejil
cocinaba la comida
la señorita Cecil.
No tenía muchos amigos,
le costaba sonreír,
así como a otros les cuesta
leer, sumar o escribir.
Cecil se reía sola
mientras picaba el tomate.
Algunos la creerían
una loca de remate.
Es que esa noche vendrían
tres amigos a cenar.
¡Sí, sí! Los tres prometieron:
—Puntuales hemos de estar.
Un tuco bien colorado,
fideos como lombriz
y de postre preparaba
un heladito de anís.
Fallaron los invitados:
don Pedro perdió su tren,
doña Lucía tosía,
Juan no se sentía bien.
Mientras lavaba las ollas
y congelaba la cena
Cecil guardó en la heladera,
junto al helado, su pena.
y dedos de perejil
cocinaba la comida
la señorita Cecil.
No tenía muchos amigos,
le costaba sonreír,
así como a otros les cuesta
leer, sumar o escribir.
Cecil se reía sola
mientras picaba el tomate.
Algunos la creerían
una loca de remate.
Es que esa noche vendrían
tres amigos a cenar.
¡Sí, sí! Los tres prometieron:
—Puntuales hemos de estar.
Un tuco bien colorado,
fideos como lombriz
y de postre preparaba
un heladito de anís.
Fallaron los invitados:
don Pedro perdió su tren,
doña Lucía tosía,
Juan no se sentía bien.
Mientras lavaba las ollas
y congelaba la cena
Cecil guardó en la heladera,
junto al helado, su pena.
Visto y leído en: Leer x leer- Literatura para chicos y no tan chicos
Ilustración: Shiho Enta
http://www17.plala.or.jp/shiffon/
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