La escucha deja huellas
Los lectores tienen mucho para decir acerca de lo que leen, mucho para compartir de sus descubrimientos. Escucharlos, no es sólo dejar que hablen, no es sólo dar la palabra.
Escuchar sensiblemente a los lectores es un modo de reconocer la identidad de cada uno, creando situaciones favorables para que en los intercambios tengan lugar sus modos personales de mirar, sentir yconstruir sentidos a partir de las lecturas compartidas.
Significa dar crédito a lo que dicen cuando leen un texto. Entonces cada quien tendrá un lugar para expresar qué le dice la historia leída, qué lo emociona, qué encuentra en las ilustraciones, qué le gusta, qué no le gusta, qué quiere o no quiere leer, defender su mirada de la cosas y aprender de la mirada del otro.
Es decir, en lugar de tratar que todos “leamos” lo mismo, en lugar de buscar un sentido único para todos, una moraleja o conclusión común a la que llegar, es preciso habilitar experiencias para que los lectores realicen lecturas originales, propias y las compartan con otros.
Escucharlos de este modo no es fácil. Muchas veces podemos sentir temor de lo que puedan cuestionar, preguntarse, sentir que no tenemos las respuestas, y al mismo tiempo pensar que es bueno escucharlos. Pese a estas dudas escuchar y ser escuchado vale la pena.
Al reconocer lo que sentimos, al revisar nuestros miedos junto a otros y suspender prejuicios, podemos ir enriqueciendo nuestra escucha, como sensibilidad que nos vincula al otro, un reconocimiento a sus preguntas, sus interpretaciones, su imaginación.
La literatura es un arte, y como tal es un discurso que genera preguntas en lugar de respuestas únicas. Si reconocemos esta particularidad puede ser una oportunidad para escuchar lo que en los lectores despierta.
Escuchar es esencial para emprender proyectos, nuevas travesías con las niñas y los niños, de la mano de los libros.
Escuchar sensiblemente a los lectores es un modo de reconocer la identidad de cada uno, creando situaciones favorables para que en los intercambios tengan lugar sus modos personales de mirar, sentir yconstruir sentidos a partir de las lecturas compartidas.
Significa dar crédito a lo que dicen cuando leen un texto. Entonces cada quien tendrá un lugar para expresar qué le dice la historia leída, qué lo emociona, qué encuentra en las ilustraciones, qué le gusta, qué no le gusta, qué quiere o no quiere leer, defender su mirada de la cosas y aprender de la mirada del otro.
Es decir, en lugar de tratar que todos “leamos” lo mismo, en lugar de buscar un sentido único para todos, una moraleja o conclusión común a la que llegar, es preciso habilitar experiencias para que los lectores realicen lecturas originales, propias y las compartan con otros.
Escucharlos de este modo no es fácil. Muchas veces podemos sentir temor de lo que puedan cuestionar, preguntarse, sentir que no tenemos las respuestas, y al mismo tiempo pensar que es bueno escucharlos. Pese a estas dudas escuchar y ser escuchado vale la pena.
Al reconocer lo que sentimos, al revisar nuestros miedos junto a otros y suspender prejuicios, podemos ir enriqueciendo nuestra escucha, como sensibilidad que nos vincula al otro, un reconocimiento a sus preguntas, sus interpretaciones, su imaginación.
La literatura es un arte, y como tal es un discurso que genera preguntas en lugar de respuestas únicas. Si reconocemos esta particularidad puede ser una oportunidad para escuchar lo que en los lectores despierta.
Escuchar es esencial para emprender proyectos, nuevas travesías con las niñas y los niños, de la mano de los libros.
Visto y leído en: Leer es contagioso. Entre mediadores, libros y lectores.”
http://www.desarrollosocial.gob.ar/
http://www.desarrollosocial.gob.ar/
... todas las cosas del mundo llevan a una cita o a un libro... Jorge Luis Borges
Y también todas las cosas de los libros nos llevan al mundo: al de adentro de cada uno de nosotros y al que nos rodea. Y lo hacen cada vez más amplio.
Y este camino de los libros al mundo y del mundo a los libros no ocurre una sola vez. La lectura de un cuento, de una poesía o de una novela, la lectura de un libro de imágenes, muchas veces puede llevarnos a nuevas lecturas.
Al menos en dos sentidos: a partir de algo nuevo que leímos, releemos nuestro libro interno, nuestra historia, nuestras experiencias, nuestras ideas, y también nos pueden dar ganas de seguir leyendo otros libros. No siempre es porque sí, el libro que uno elige después del que está leyendo.
Puede ser que queramos encontrar otro parecido o uno bien diferente.
El recorrido que hacemos yendo de un libro a otro, buscando en ellos y en nosotros mismos cosas en común, forma un itinerario de lectura.
Los lectores somos viajeros que nos animamos a ver los otros mundos posibles que están en los libros y en nosotros mismos. Y vamos armando mapas y recorridos sin darnos cuenta. Los libros que más nos gustan, los que tienen colores que nos recuerdan cosas, las historias que ya conocíamos desde antes, los que les gustan a los del grupo de la tarde, los que contamos cuando alguien está triste.
Además, como adultos que acompañamos a otros lectores en la aventura de iniciar viajes entre los libros, es importante que los animemos a registrar sus descubrimientos construyendo sus itinerarios de lectura.
“No hay una fórmula fija para esta tarea (...) aunque si un cierto movimiento. Un gesto de inclusión abarcador, amplio. De ese texto a otros textos, de esa historia a otras historias...
Una hebra que se enlaza con otra y otra y otra más, un dibujo que se extiende, un arabesco sorprendente... ”
Tampoco hay un itinerario que sea el camino correcto. Todos los recorridos son igualmente válidos. Hay tantos itinerarios como los que los lectores puedan imaginar.
Y este camino de los libros al mundo y del mundo a los libros no ocurre una sola vez. La lectura de un cuento, de una poesía o de una novela, la lectura de un libro de imágenes, muchas veces puede llevarnos a nuevas lecturas.
Al menos en dos sentidos: a partir de algo nuevo que leímos, releemos nuestro libro interno, nuestra historia, nuestras experiencias, nuestras ideas, y también nos pueden dar ganas de seguir leyendo otros libros. No siempre es porque sí, el libro que uno elige después del que está leyendo.
Puede ser que queramos encontrar otro parecido o uno bien diferente.
El recorrido que hacemos yendo de un libro a otro, buscando en ellos y en nosotros mismos cosas en común, forma un itinerario de lectura.
Los lectores somos viajeros que nos animamos a ver los otros mundos posibles que están en los libros y en nosotros mismos. Y vamos armando mapas y recorridos sin darnos cuenta. Los libros que más nos gustan, los que tienen colores que nos recuerdan cosas, las historias que ya conocíamos desde antes, los que les gustan a los del grupo de la tarde, los que contamos cuando alguien está triste.
Además, como adultos que acompañamos a otros lectores en la aventura de iniciar viajes entre los libros, es importante que los animemos a registrar sus descubrimientos construyendo sus itinerarios de lectura.
“No hay una fórmula fija para esta tarea (...) aunque si un cierto movimiento. Un gesto de inclusión abarcador, amplio. De ese texto a otros textos, de esa historia a otras historias...
Una hebra que se enlaza con otra y otra y otra más, un dibujo que se extiende, un arabesco sorprendente... ”
Tampoco hay un itinerario que sea el camino correcto. Todos los recorridos son igualmente válidos. Hay tantos itinerarios como los que los lectores puedan imaginar.
Visto y leído en: “Leer es contagioso. Entre mediadores, libros y lectores.”
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