►¿Cómo te enfrentaste a esa escritura de literatura infantil respecto de tus otros libros? ¿Cómo cambiás?
No fue fácil, tuve que aprender otra vez. Me llevó muchos meses. Tuve que aprender y desaprender. Porque el problema con la literatura infantil, lo primero que se presenta en la mente de un autor es un alto grado de soberbia que provoca un efecto de autocensura. Uno dice “si yo escribo de determinada manera, eso puede provocar ciertos efectos en la mente de los niños que –aunque uno no se lo plantee en esos términos– ayuden a mejorar la humanidad”. Y de ahí salen los bodrios más espantosos que uno se puede imaginar. Y es muy difícil escaparse de eso. Y además, en particular, en la literatura infantil en la Argentina, tuvimos mucho –cuando yo empecé a escribir– los buenos autores escapaban sólo por el lado del humor. Teníamos –tenemos– muchísimos buenos autores de literatura infantil y el único lugar por dónde podían escaparse era el humor. Porque habíamos tenido 30 años de psicología y pedagogía mal entendida con la idea de que la frágil mente de los niños debía estar protegida de todo conflicto y de todo problema y demás, y entonces los niños miraban por televisión los crímenes más espantosos, pero en los libros era sólo que la ardillita se le llovía el techito y los otros animalitos tenían que ayudar a la ardillita y bueno, eso no interesa ni a los grandes ni a los chicos.
No fue fácil, tuve que aprender otra vez. Me llevó muchos meses. Tuve que aprender y desaprender. Porque el problema con la literatura infantil, lo primero que se presenta en la mente de un autor es un alto grado de soberbia que provoca un efecto de autocensura. Uno dice “si yo escribo de determinada manera, eso puede provocar ciertos efectos en la mente de los niños que –aunque uno no se lo plantee en esos términos– ayuden a mejorar la humanidad”. Y de ahí salen los bodrios más espantosos que uno se puede imaginar. Y es muy difícil escaparse de eso. Y además, en particular, en la literatura infantil en la Argentina, tuvimos mucho –cuando yo empecé a escribir– los buenos autores escapaban sólo por el lado del humor. Teníamos –tenemos– muchísimos buenos autores de literatura infantil y el único lugar por dónde podían escaparse era el humor. Porque habíamos tenido 30 años de psicología y pedagogía mal entendida con la idea de que la frágil mente de los niños debía estar protegida de todo conflicto y de todo problema y demás, y entonces los niños miraban por televisión los crímenes más espantosos, pero en los libros era sólo que la ardillita se le llovía el techito y los otros animalitos tenían que ayudar a la ardillita y bueno, eso no interesa ni a los grandes ni a los chicos.
Entrevista a Ana María Shua (fragmento)
Imagen: Elena Prudnikova
http://artnow.ru/ru/gallery/0/7691.html
http://academart.com/prudnikova.htm
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