(Editorial Ñaque, Ciudad Real, 2002. 2º edición)
El libro empieza así:
El cuento
A veces la palabra es un juego y otras un fuego.
Unas veces murmura y otras grita.
A veces calla y a veces canta, pero siempre baila.
Baila en el pecho y en los ojos,
chisporrotea en la mirada del otro, recorre los rincones interiores
hasta no poder más y brota.
Y cuando brota busca compañía, calor, complicidad y trato.
Tratar con la palabra es una fiesta.
Festejar la palabra es rendirnos al fuego, acompañándonos.
Nuestra vida es un inmenso relato construido paso a paso y cuyo fin último desconocemos. Todos tenemos mucho cuento. Asombra la facilidad con la que podemos resumir la vida de otros, desmenuzar sus motivaciones, extractar lo más significativo, a nuestro modo de ver, de su existencia. Asombra observar las infinitas variaciones de sucesos y aventuras que puede representar, significar una vida. ¿Cómo no disfrutar con los cuentos? Cada uno dibuja en pequeño una vida entera, un proceso completo, sencillo, evidente.
Los cuentos son relatos cortos de ficción con unidad en sí mismos que se presentan como una sucesión de acciones con un principio, un desarrollo y un fin. Son la historia de una transformación; nadie vuelve a ser el mismo después de vivir los sucesos que se relatan. Incluso cuando el final es circular o abierto, nada ocurre en vano.
Los cuentos son mapas, modestas cartas de navegación que iluminan momentos por los que atravesamos a veces perdidos y otras veces hallados. Los cuentos son generosos, no piden nada a cambio de tan buen servicio, si acaso, ser transmitidos de nuevo. Gusta pensar que los cuentos nos acompañan desde el principio. Desde el principio del lenguaje, desde el principio del fuego, desde el principio de la comunicación. Nadie tiene noticia de cuál fue el primero, imposible saberlo; todo lo que conocemos nos llega pasado por la escritura, y la boca estuvo millones de tiempos antes que la pluma.
Siete razones de cuento
• Los cuentos son un alto en el camino, una parada de descanso en el continuo de la vida. Cuando se narra un cuento el tiempo se detiene y por unos momentos narrador y oyente se olvidan de sí mismos, de sus preocupaciones y saltan sus coordenadas particulares para vivir una misma fantasía. Esos momentos de escucha muestran cómo podemos olvidarnos sin perdernos, cómo podemos ser uno con los otros.
• Los cuentos calman, despejan, aclaran; acunan o espabilan, agudizan el discernimiento y el ingenio. Contar cuentos es una actividad pacífica y revolucionaria.
• Los cuentos ponen en contacto con el placer del arte, los juegos de palabras, su sonido. Nos enseñan la utilidad de la palabra para crear mundos y melodías. Escuchar cuentos es un placer, un instante de gozo intelectual y emocional. Los cuentos divierten, son un pasatiempo beneficioso que carece de contraindicaciones.
• Los cuentos acercan; hacen amigos, despiertan las ganas de comunicarse e intercambiar experiencias. Abren a la confianza mutua y la intimidad. Los cuentos conectan mundos, crean vínculos. Ayudan a reconocerse a través de las aventuras de los otros, ayudan a acercarse a los demás, pues muestran que todos viajamos juntos y vivimos la misma condición de seres humanos. Las historias nos hacen tolerantes, compasivos.
• Los cuentos nos invitan a amar la belleza del mundo, despiertan la pasión por la vida. Nos ayudan a estar alerta frente a la variedad de juegos y aventuras que nos esperan a cada recodo del camino.
• Los cuentos transportan, agrandan la habilidad para ver con los ojos interiores. Enseñan a apreciar la grandeza y realidad de lo imaginario, ayudan a comprender. Los cuentos abren nuevas sendas, ofrecen alternativas, iluminan pasajes oscuros, nos animan a continuar a pesar del fracaso, del miedo, del desasosiego, a pesar de la opinión y presión de los otros.
• Los cuentos muestran las consecuencias de los actos, nos dicen lo que se esconde detrás de cada intención, en quiénes podríamos convertirnos y por qué. Los cuentos educan nuestros deseos, nos enseñan que recogemos lo que plantamos. Hablan de lo que realmente importa. Revestidos por argumentos jocosos, poéticos o enigmáticos, sus temas fundamentales emergen de la noche de los tiempos: muerte y renacimiento, pérdida y ganancia, sufrimiento y felicidad.
Visto y leído en: Palabras del Candil
El libro empieza así:
El cuento
A veces la palabra es un juego y otras un fuego.
Unas veces murmura y otras grita.
A veces calla y a veces canta, pero siempre baila.
Baila en el pecho y en los ojos,
chisporrotea en la mirada del otro, recorre los rincones interiores
hasta no poder más y brota.
Y cuando brota busca compañía, calor, complicidad y trato.
Tratar con la palabra es una fiesta.
Festejar la palabra es rendirnos al fuego, acompañándonos.
Nuestra vida es un inmenso relato construido paso a paso y cuyo fin último desconocemos. Todos tenemos mucho cuento. Asombra la facilidad con la que podemos resumir la vida de otros, desmenuzar sus motivaciones, extractar lo más significativo, a nuestro modo de ver, de su existencia. Asombra observar las infinitas variaciones de sucesos y aventuras que puede representar, significar una vida. ¿Cómo no disfrutar con los cuentos? Cada uno dibuja en pequeño una vida entera, un proceso completo, sencillo, evidente.
Los cuentos son relatos cortos de ficción con unidad en sí mismos que se presentan como una sucesión de acciones con un principio, un desarrollo y un fin. Son la historia de una transformación; nadie vuelve a ser el mismo después de vivir los sucesos que se relatan. Incluso cuando el final es circular o abierto, nada ocurre en vano.
Los cuentos son mapas, modestas cartas de navegación que iluminan momentos por los que atravesamos a veces perdidos y otras veces hallados. Los cuentos son generosos, no piden nada a cambio de tan buen servicio, si acaso, ser transmitidos de nuevo. Gusta pensar que los cuentos nos acompañan desde el principio. Desde el principio del lenguaje, desde el principio del fuego, desde el principio de la comunicación. Nadie tiene noticia de cuál fue el primero, imposible saberlo; todo lo que conocemos nos llega pasado por la escritura, y la boca estuvo millones de tiempos antes que la pluma.
Siete razones de cuento
• Los cuentos son un alto en el camino, una parada de descanso en el continuo de la vida. Cuando se narra un cuento el tiempo se detiene y por unos momentos narrador y oyente se olvidan de sí mismos, de sus preocupaciones y saltan sus coordenadas particulares para vivir una misma fantasía. Esos momentos de escucha muestran cómo podemos olvidarnos sin perdernos, cómo podemos ser uno con los otros.
• Los cuentos calman, despejan, aclaran; acunan o espabilan, agudizan el discernimiento y el ingenio. Contar cuentos es una actividad pacífica y revolucionaria.
• Los cuentos ponen en contacto con el placer del arte, los juegos de palabras, su sonido. Nos enseñan la utilidad de la palabra para crear mundos y melodías. Escuchar cuentos es un placer, un instante de gozo intelectual y emocional. Los cuentos divierten, son un pasatiempo beneficioso que carece de contraindicaciones.
• Los cuentos acercan; hacen amigos, despiertan las ganas de comunicarse e intercambiar experiencias. Abren a la confianza mutua y la intimidad. Los cuentos conectan mundos, crean vínculos. Ayudan a reconocerse a través de las aventuras de los otros, ayudan a acercarse a los demás, pues muestran que todos viajamos juntos y vivimos la misma condición de seres humanos. Las historias nos hacen tolerantes, compasivos.
• Los cuentos nos invitan a amar la belleza del mundo, despiertan la pasión por la vida. Nos ayudan a estar alerta frente a la variedad de juegos y aventuras que nos esperan a cada recodo del camino.
• Los cuentos transportan, agrandan la habilidad para ver con los ojos interiores. Enseñan a apreciar la grandeza y realidad de lo imaginario, ayudan a comprender. Los cuentos abren nuevas sendas, ofrecen alternativas, iluminan pasajes oscuros, nos animan a continuar a pesar del fracaso, del miedo, del desasosiego, a pesar de la opinión y presión de los otros.
• Los cuentos muestran las consecuencias de los actos, nos dicen lo que se esconde detrás de cada intención, en quiénes podríamos convertirnos y por qué. Los cuentos educan nuestros deseos, nos enseñan que recogemos lo que plantamos. Hablan de lo que realmente importa. Revestidos por argumentos jocosos, poéticos o enigmáticos, sus temas fundamentales emergen de la noche de los tiempos: muerte y renacimiento, pérdida y ganancia, sufrimiento y felicidad.
Visto y leído en: Palabras del Candil
ESTRELLA ORTIZ, CUENTISTA. Una vez, hace casi treinta años, pensé ser una bruja y llamarme Rotundifolia. Necesitaba un traje, unos libros y niñas y niños con ganas de escuchar. Así empecé a contar cuentos, haciendo un hueco entre la cantidad de teatro que entonces llenaba mi vida. Empezó siendo un juego y un sueño. Pero el cuento fue creciendo y ya no era solo Rotundifolia, ni solo animación a la lectura, ni solo para niñas y niños. Y cada año eran más cuentos, más bibliotecas, más escuelas, más adultos escuchándome. Así, poco a poco, he ido descubriendo que me cuento a mí misma, que el mundo mejor empieza con una bonita historia y que las palabras son música.
Es estupendo. De pequeña siempre quise ser directora de orquesta y ahora, cuando cuento un cuento, sé que lo soy.
Sitio web: http://www.estrellaortiz.com/
Es estupendo. De pequeña siempre quise ser directora de orquesta y ahora, cuando cuento un cuento, sé que lo soy.
Sitio web: http://www.estrellaortiz.com/
ilustración: Andrés Spata
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