El poeta, lector privilegiado que se transforma en el primer crítico de su propia obra, sabe y conoce, tal vez mejor que los demás seres humanos, el misterio de la creación poética y los insondables laberintos que conducen al poema. Frente a la hoja en blanco, el poeta espera en silencio que las primeras palabras pueblen ese espacio desolado, que le broten alas, que le salgan manos, que tenga ojos que lo iluminen y piernas que le permitan levantarse de la página. La palabra poética es cuerpo, ser vivo que respira y habla con todos sus colores, con sus ritmos y matices, con su tempo y su latido, con su aroma y su nostalgia, con su brillo y las correspondencias del mundo y sus objetos y seres.
Hay voluntad y hay misterio (…)
Hay voluntad y hay misterio (…)
Visto y leído en: Poemas de Tulio Mendoza Belio
Ilustración: ©Soizick Meister
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