¿Qué es ser abuelo? ¿Es, entre muchas otras cosas, tener ganas de estar con los nietos, acariciarlos y estrujarlos? ¿Es sentirse desbordado por un sentimiento que se instala en el costado izquierdo del pecho y se expande por todo el cuerpo y se adueña de los sentidos?
¿Por qué, junto a la inmensa alegría de amor por nuestros nietos, algunos abuelos también tenemos miedo?
Se me ocurre que siempre que amamos mucho sentimos temor de perder al objeto de nuestro amor. Miedo a que se enferme, a que tenga un accidente, a lo que le pueda pasar en sus viajes escolares o adolescentes; miedo a la influencia de las malas compañías… Los abuelos podemos temer, también, que el nieto no logre vincularse bien con sus pares, o que seamos nosotros quienes no encontremos la forma de vincularnos bien con ellos, de darnos cuenta de sus necesidades vitales, de saber escucharlos. Por último, y por qué no, existe en muchos abuelos el temor a no ser tomados en cuenta a medida que los nietos crecen y encuentran nuevos horizontes.
Personalmente, confieso que comparto algunos de estos temores. Sin embargo, puesta a reflexionar en este tema, sé que lo que más deseo es que mis nietos sean felices y que, en todo caso, temo las dificultades que interfieran en ese camino.
Uno de los temas que recurrentemente aparece en los Grupos de Reflexión y Talleres para Abuelos, es precisamente éste: el de los miedos tan cercanos al gozo y a la dicha que dan los nietos, el de esos confusos sentimientos que van y vienen en nuestro ánimo, llegando incluso a entorpecer el disfrute.
Lo peor que podemos hacer los abuelos en estos casos, es abrumar a los hijos y nietos con nuestras angustias. Lo mejor que podemos hacer es compartirlas con nuestra pareja, si la tenemos, o con nuestros amigos, para entender en conjunto las etapas que nos toca vivir.
¿Sabremos aprender los nuevos códigos de comunicación entre los nietos y nosotros, o bastarán los eternos y perdurables códigos de afecto, más allá de todo aquello a lo que nos expone la modernidad?
¿Por qué, junto a la inmensa alegría de amor por nuestros nietos, algunos abuelos también tenemos miedo?
Se me ocurre que siempre que amamos mucho sentimos temor de perder al objeto de nuestro amor. Miedo a que se enferme, a que tenga un accidente, a lo que le pueda pasar en sus viajes escolares o adolescentes; miedo a la influencia de las malas compañías… Los abuelos podemos temer, también, que el nieto no logre vincularse bien con sus pares, o que seamos nosotros quienes no encontremos la forma de vincularnos bien con ellos, de darnos cuenta de sus necesidades vitales, de saber escucharlos. Por último, y por qué no, existe en muchos abuelos el temor a no ser tomados en cuenta a medida que los nietos crecen y encuentran nuevos horizontes.
Personalmente, confieso que comparto algunos de estos temores. Sin embargo, puesta a reflexionar en este tema, sé que lo que más deseo es que mis nietos sean felices y que, en todo caso, temo las dificultades que interfieran en ese camino.
Uno de los temas que recurrentemente aparece en los Grupos de Reflexión y Talleres para Abuelos, es precisamente éste: el de los miedos tan cercanos al gozo y a la dicha que dan los nietos, el de esos confusos sentimientos que van y vienen en nuestro ánimo, llegando incluso a entorpecer el disfrute.
Lo peor que podemos hacer los abuelos en estos casos, es abrumar a los hijos y nietos con nuestras angustias. Lo mejor que podemos hacer es compartirlas con nuestra pareja, si la tenemos, o con nuestros amigos, para entender en conjunto las etapas que nos toca vivir.
¿Sabremos aprender los nuevos códigos de comunicación entre los nietos y nosotros, o bastarán los eternos y perdurables códigos de afecto, más allá de todo aquello a lo que nos expone la modernidad?
Texto tomado del libro: “Los nietos nos miran” de Juana Rottenberg. Ed.Galerna
ILUSTRACIÓN: ©Andrés Alejandro Gallelli
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