Un barrilete que vuela sobre el campo
ondea con gracia su cola de trapo.
El loro, en su nido, lo mira intrigado.
¡Qué cola! ¡Qué plumas! ¡Qué pájaro raro!
Entonces se acerca, ya llega a su lado,
“¡Es un papagayo!”, se dice confiado.
El loro le charla, pero él no contesta,
sólo cabecea por toda respuesta.
El loro curioso le descubre el hilo
no sabe qué es, pero es muy divertido.
Se cuelga, da vueltas y salta a la soga
pensando que es un pedazo de cola.
En ese momento, lo empuja la brisa,
junto al barrilete feliz se desliza.
Arriba y abajo, haciendo piruetas
con sus colas largas parecen cometas.
Bandadas de nubes dibujan el cielo
formando figuras con cada aleteo:
un oso, una oveja, un temible dragón
un barco y un brujo con barba y bastón.
Los nuevos amigos ya van a su encuentro
riendo con ganas, bebiéndose el viento.
El loro se posa sobre el barrilete,
con copos de nubes le forma un bonete.
El viento del este los hace planear
en ráfagas grandes como olas de mar.
Barrenan de panza dejando una estela
sobre el cielo blanco de bruma ligera.
A un lado y al otro, así todo el día,
ya llega la noche y el juego termina.
El loro, cansado, regresa a su nido
y mientras se aleja le dice a su amigo:
“Adiós papagayo, debo regresar.
Si quieres, mañana, te invito a jugar.”
ondea con gracia su cola de trapo.
El loro, en su nido, lo mira intrigado.
¡Qué cola! ¡Qué plumas! ¡Qué pájaro raro!
Entonces se acerca, ya llega a su lado,
“¡Es un papagayo!”, se dice confiado.
El loro le charla, pero él no contesta,
sólo cabecea por toda respuesta.
El loro curioso le descubre el hilo
no sabe qué es, pero es muy divertido.
Se cuelga, da vueltas y salta a la soga
pensando que es un pedazo de cola.
En ese momento, lo empuja la brisa,
junto al barrilete feliz se desliza.
Arriba y abajo, haciendo piruetas
con sus colas largas parecen cometas.
Bandadas de nubes dibujan el cielo
formando figuras con cada aleteo:
un oso, una oveja, un temible dragón
un barco y un brujo con barba y bastón.
Los nuevos amigos ya van a su encuentro
riendo con ganas, bebiéndose el viento.
El loro se posa sobre el barrilete,
con copos de nubes le forma un bonete.
El viento del este los hace planear
en ráfagas grandes como olas de mar.
Barrenan de panza dejando una estela
sobre el cielo blanco de bruma ligera.
A un lado y al otro, así todo el día,
ya llega la noche y el juego termina.
El loro, cansado, regresa a su nido
y mientras se aleja le dice a su amigo:
“Adiós papagayo, debo regresar.
Si quieres, mañana, te invito a jugar.”
María Inés Balbín -Buenos Aires, Argentina-.
Ilustración: Francesca Massai
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