* Si a los niños se les permitiera escribir libremente, escribirían las cosas más inesperadas. Porque lo harían sobre lo que piensan y sienten, sobre lo que saben y ven, con esa misma frescura con que piensan y sienten, con esa misma ingenuidad con que saben y ven, y con esa espontaneidad con que se expresan y comunican.
* Si los niños pudieran escribir libremente darían rienda suelta, por supuesto, a eso que los adultos denominamos “imaginación infantil” (cuidadosamente alimentada y controlada por la fantasía adulta): hadas madrinas, reyes y princesas, pócimas mágicas, animalitos que hablan y se comportan como gente de verdad, castillos encantados, gigantes y enanos, elefantes con alas, gatos azules, viajes extraordinarios. Esto es, seguramente, lo que quieren encontrar maestros y padres en una redacción escolar: el tema infantil, el cuento de hadas, la primorosa anécdota familiar, el testimonio cándido, el mundo rosado y dorado visto a través de los ojos ingenuos del niño.
* Si los niños pudieran escribir libremente, nos hablarían de monstruos y serpientes, de cachetadas, insultos, castigos, falta de afecto, incomprensión, soledad, tristeza. Sabríamos acerca de la pelea con el amiguito, el cero injusto de la maestra, la agresión del papá, la ausencia de la mamá. A través de las redacciones infantiles veríamos, con la claridad y nitidez de una película de dibujos animados, los problemas más acuciantes que afectan a la familia y a la sociedad de hoy: pobreza, hacinamiento, insalubridad, trabajo infantil, maltrato, violencia, machismo, autoritarismo, alcoholismo, abuso, drogas, acoso sexual, violación cotidiana de derechos, guerra.
* Si los niños pudieran escribir un “tema libre” escribirían mucho más y mucho mejor, porque hablarían de sus cosas, de lo que les interesa y les afecta. Pero sería muy peligroso. Por eso, el sistema escolar –de común acuerdo con los padres de familia y con toda la sociedad-- decidió hace mucho instaurar la copia, el dictado y las planas como modos institucionales de escritura infantil, seleccionar para los niños un conjunto de temas escolares universales.
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* Si los niños pudieran escribir libremente darían rienda suelta, por supuesto, a eso que los adultos denominamos “imaginación infantil” (cuidadosamente alimentada y controlada por la fantasía adulta): hadas madrinas, reyes y princesas, pócimas mágicas, animalitos que hablan y se comportan como gente de verdad, castillos encantados, gigantes y enanos, elefantes con alas, gatos azules, viajes extraordinarios. Esto es, seguramente, lo que quieren encontrar maestros y padres en una redacción escolar: el tema infantil, el cuento de hadas, la primorosa anécdota familiar, el testimonio cándido, el mundo rosado y dorado visto a través de los ojos ingenuos del niño.
* Si los niños pudieran escribir libremente, nos hablarían de monstruos y serpientes, de cachetadas, insultos, castigos, falta de afecto, incomprensión, soledad, tristeza. Sabríamos acerca de la pelea con el amiguito, el cero injusto de la maestra, la agresión del papá, la ausencia de la mamá. A través de las redacciones infantiles veríamos, con la claridad y nitidez de una película de dibujos animados, los problemas más acuciantes que afectan a la familia y a la sociedad de hoy: pobreza, hacinamiento, insalubridad, trabajo infantil, maltrato, violencia, machismo, autoritarismo, alcoholismo, abuso, drogas, acoso sexual, violación cotidiana de derechos, guerra.
* Si los niños pudieran escribir un “tema libre” escribirían mucho más y mucho mejor, porque hablarían de sus cosas, de lo que les interesa y les afecta. Pero sería muy peligroso. Por eso, el sistema escolar –de común acuerdo con los padres de familia y con toda la sociedad-- decidió hace mucho instaurar la copia, el dictado y las planas como modos institucionales de escritura infantil, seleccionar para los niños un conjunto de temas escolares universales.
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Rosa María Torres. En: Espacios para la lectura. Órgano de la red de animación a la lectura del Fondo de Cultura Económica. México. Año II, núms. 3 y 4, 1996. Pág. 22
Ilustración: Pascal Campion
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