Había una vez un gato muy grande.
Tan grande, pero tan grande, que no pasaba por ninguna puerta.
Tan grande, pero tan grande, que cuando estaba enojado y hacía ¡FFFFF! se volaban todas las hojas de los árboles.
Tan grande, pero tan grande, que cuando hacía ¡MIAUUUU! todos creían que habían llegado los bomberos porque había un incendio.
Y había también un gato muy chiquito.
Tan chiquito, pero tan chiquito, que dormía en una latita de paté y, cuando hacía frío, se tapaba con un boleto capicúa.
Tan chiquito, pero tan chiquito que, cuando andaba de acá para allá, todos lo confundían con una pelusa.
Tan chiquito que, para hacerlo bien, había que mirarlo con microscopio.
Tan grande, pero tan grande, que no pasaba por ninguna puerta.
Tan grande, pero tan grande, que cuando estaba enojado y hacía ¡FFFFF! se volaban todas las hojas de los árboles.
Tan grande, pero tan grande, que cuando hacía ¡MIAUUUU! todos creían que habían llegado los bomberos porque había un incendio.
Y había también un gato muy chiquito.
Tan chiquito, pero tan chiquito, que dormía en una latita de paté y, cuando hacía frío, se tapaba con un boleto capicúa.
Tan chiquito, pero tan chiquito que, cuando andaba de acá para allá, todos lo confundían con una pelusa.
Tan chiquito que, para hacerlo bien, había que mirarlo con microscopio.
Graciela Montes, Más chiquito que una arveja, más grande que una ballena, Buenos Aires, Sudamericana, 2004 (fragmento).
Foto: Amolife
http://amolife.com/image/animals/most-interesting-moments-in-the-animal-world.-part-6.html
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