1. Para ser redactor, usted tiene que estar convencido de que todo fenómeno natural, todo problema científico y toda filosofía se puede hacer comprensible a cualquier persona, incluyendo el analfabeto. "Los conocimientos entran con sangre", se decía anteriormente. Nosotros decimos que entran con la sangre del redactor.
2. No trate de explicar nunca lo que usted no ha podido comprender primero completamente. No se fíe de sus conocimientos. Dude, investigue, razone y luego hable.
3. Su respuesta tiene que convencer al oyente de que él tiene todas las facultades mentales para comprender el problema expuesto. De ninguna manera debe dar la impresión de que usted es un ser superior, en posesión de una sapiencia inalcanzable para él.
4. Deduzca su vocabulario a expresiones directas y simples. Esto le obligará a usted a concentrarse y facilitará la comprensión.
5. Su oyente tiene generalmente mayor madurez-humana y experiencia que usted. No es un niño. Aclare, pero evite dar lecciones. Sea sincero, sin asumir posiciones dogmáticas.
6. La filosofía de usted y la de su oyente son muy diferentes, dados los elementos de experiencia que los han formado a ambos. Una filosofía no se impone. Crece sobre la información y la libre reflexión que ella engendra. Usted tiene que dar la información.
7. Usted no puede suponer jamás conocimientos previos en sus oyentes.
8. Su oyente está cansado y tiene problemas personales. Sólo un gran interés podrá mantenerlo junto al radio. No lo canse, obligándolo a seguir acrobacias de la mente. No lo atiborre con datos innecesarios. Sea fascinante, claro y breve. Su esfuerzo va en relación inversa con el del oyente.
9. Su oyente está dispuesto a reflexionar. La reflexión es la base del desarrollo humano. Ofrezca elementos de reflexión y no conocimientos que puedan paralizar este proceso como por ejemplo nomenclaturas, fechas, fórmulas, etc.
10. Dice un proverbio que los consejos sólo divierten a quien los da: limítese a dar consejos cuando se los pidan.
Centroamérica tuvo la dicha de contar con la presencia, el trabajo y el cariño de un gran hombre: El Dr. Roderich Thun. Su nombre no es muy conocido debido a su propia modestia y discreción. Este filántropo, austriaco de nacimiento y centroamericano por vocación y destino, dedicó su talento y su energía al servicio de los demás y, en su opinión, el servicio, para que sea auténtico, debe ser, más que discreto, anónimo, debido a que lo que se busca es el bienestar de quienes lo reciben y no el reconocimiento de quien lo brinda.
http://www.almanaqueept.org/
Tomado de la web:
La popular colección Libro Almanaque Escuela Para Todos de la Fundación Escuela Para Todos, nació en 1966 en San José Costa Rica.
Para la década de 1960, pensar en la creación y publicaciones de libros anuales que educaran a los costarricenses y luego al resto de centroamericanos, pareció una locura. Sin embargo, su fundador el Dr. Roderich Thun, un inmigrante de nacionalidad suiza, que había nacido en Innsbruck, Austria, el 30 de enero de 1908, el cual imaginó llevar conocimiento y educación a los rincones donde las escuelas no existían y a poblaciones completamente marginadas de todo desarrollo, se concretó en el año de 1966. Ese año, sale el primer número de una gran obra.
Thun fue además el creador de grandes instituciones que han colaborado con la niñez y con el mejoramiento de la calidad de vida de millones de centroamericanos. Fue fundador del Instituto Centroamericano de Extensión de la Cultura, las Aldeas SOS en Centroamérica, El Hogar Luz y la Fundación Escuela para Todos.
Los libros Almanaques Escuela Para Todos, han provocado en los últimos años, toda una locura entre los coleccionistas de libros antiguos, quienes aprecian de buena forma, los ejemplares que aún suelen venderse en compra y ventas de libros usados.
Manuela Tattenbach, fallecida el 7 de agosto de 2010 a los 83 años, realizó buena parte de su apostolado junto a su esposo, el doctor Roderich Thun.
Nota de: GUILLERMO MALAVASSI, Filósofo. Diario LA NACIÓN, 14/08/2010
Doña Manuela Tattenbach.
Aunó en su vida dos visiones del mundo: de su familia, la nobleza y la educación exquisita; del medio en que se desenvolvió, el conocimiento y el amor por el mundo campesino, del que vivió siempre enamorada por las virtudes que apreciaba tanto en su género de vida. Así creció y maduró.
Cuando adulta conoció en Europa al Dr. Roderich Thun, pronto se enamoraron y contrajeron matrimonio. ¡Providencial enlace! Él, tirolés, testigo de la Segunda Guerra Mundial, tenía una enorme experiencia de vida y muchos ideales relativos al servicio del prójimo, adultos y niños. Ella llevaba como en un santuario de su alma el amor por los campesinos de Costa Rica y de Centroamérica. Uno y otro eran generosidad sin límites.
Cuando se instalaron en Costa Rica, él comenzó con su espíritu sistemático y organizado, a considerar junto con ella cómo servir al mundo campesino y marginado, de modo que se hallaran caminos para que la ilustración de esta población no corriera por los cauces formales de la educación en uso, sino a partir de lo que sus corazones anhelaban; que tuvieran la posibilidad de decir, de preguntar, de expandir su espíritu, sin verse aplastados con la educación formal que, a la par de virtudes, tiene defectos de aplanación espiritual que no dejan crecer.
Así nació, tras larga maduración el Instituto Centroamericano de Extensión de la Cultura. Legisladores, ayuda alemana, científicos, ayuda de la Universidad de Costa Rica' y la pareja a todos los buscó, a todos los llamó y, ¡por fin!, nació el ICECU y Escuela para Todos. Esta institución ha producido unos bienes que solo estudiándola con tiempo y cuidado se puede apreciar en toda su admirable dimensión antropológica.
Espíritu vivificante. El Dr. Thun falleció mucho antes que ella. Ella entonces, con fortaleza y voluntad de trabajo y espíritu de servicio duplicados, fue durante muchos años, el espíritu vivificante de Escuela para Todos.
Pero su amor que acogió al mundo campesino y lo sirvió desde joven, tenía espacio para mucho más: acogió la admirable institución de Aldeas SOS. Y allí puso de nuevo su corazón. Hay varias en Costa Rica y ella llevaba en su alma a los niños y a los adolescentes que debían crecer y superar orfandades y otras dificultades para que no los aplastara el infortunio. Y la obra caminó.
Luego los niños que nacían con enormes dificultades cerebrales y de otra índole y que necesitaban ser acogidos y cuidados con extrema dedicación y delicadeza: una vez más el corazón sabio y misericordioso se puso al servicio de Hogares Luz. El de Liberia fue al que dedicó los últimos resplandores de su amor.
Tres días antes de su tránsito a la Casa del Padre, y cuando debió atender alguno de sus innumerables compromisos, dijo a uno de sus colaboradores inmediatos: “Me siento mal; creo que ya no puedo más.” Así fue: murió en el surco, sembrando intelectual y amorosamente el bien por dondequiera que tuvo oportunidad de hacerlo.
Ni ella ni el Dr. Thun quisieron que se hablara de ellos. Me tocó hacer hace muchos años una investigación sobre todo lo que el ICECU significaba y uno y otro me pidieron varias veces: hable de la obra, no hable de nosotros.
Ella entendió que su obra magnífica la hacía como aconsejaba S. Pablo: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.
Vivió para dar amando, sobre todo a los verdaderamente más necesitados de saber, de calor, de comida, de consuelo; dio ayuda intelectual, defendió principios; y supo poner su mano consoladora en niños, adolescentes, adultos, campesinos e intelectuales. A todos nos edificó.
Multum potuit, quia multum amavit (Logró mucho, porque mucho amó).
Nota de: ENRIQUE TOVAR.
Manuela Tattenbach. Una vida de servicio en silencio.
La vida de la condesa y baronesa Manuela Tattenbach Yglesias, superó los títulos nobiliarios y, de manera silenciosa, se entregó a trabajar en favor de los campesinos, analfabetas, indígenas, huérfanos y discapacitados.
Tattenbach, fallecida el pasado 7 de agosto a los 83 años, realizó buena parte de su apostolado junto a su esposo, el doctor Roderich Thun, de origen austríaco.
La primera entidad que fundó este matrimonio fue el Instituto Centroamericano de Extensión de la Cultura (Icecu), en 1964.
Paralelo a esta institución vendrían los programas de radio conocidos como “Escuela para todos” y la publicación del “Almanaque Escuela para Todos”.
Posteriormente establecieron las Aldeas SOS, en Nicaragua y Costa Rica, y el Hogar Luz, en Dulce Nombre de La Unión, Cartago, especializado en la atención de niños con parálisis cerebral.
Al morir su esposo, en 1983, Tattenbach siguió al frente de los proyectos que ya se extendían por toda Centroamérica.
Amplió todavía más sus servicios de asistencia social con la creación de la Fundación Bienvenido. La entidad dio vida al centro de recreo “San Lorenzo”, con sede en Quebrada Grande de Liberia, donde viven niños y jóvenes con distintas discapacidades.
También luchó porque personas con parálisis profunda pudieran tener una pensión vitalicia, sueño que pretendió que se diera en toda Centroamérica.
En 1991 se le otorgó el Premio Nacional Joaquín García Monge, por su invaluable labor en pro de la educación y la cultura.
Tattenbach nació en Berlín, Alemania, el 24 de setiembre de 1926, pero por sus venas corrió sangre auténticamente costarricense, pues fue tataranieta de José María Castro Madriz, primer presidente de la República.
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Visto y leído en: Diario
LA NACIÓN, 19/08/2010