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3 de abril de 2013

LAS RAÍCES DEL PENSAMIENTO HUMANO, por Jaime Barylko (Fragmentos)

¿Qué quiere el Hombre?

Uno nace y quiere ser feliz. Pero ¿en qué consiste ser feliz?

El religioso es feliz cuando reza y siente un contacto con lo trascendente. El ateo es feliz en su piel, en su cuerpo, en el cumplimiento de sus instintos. Yo era feliz, en mi soledad sonora de pensar, estudiar, escuchar a Bach.

Ser feliz es cumplir con un designio. Ese designio se vuelve propio, pero en un principio es ajeno, es de los otros, de la tradición, de la trama del tiempo en que vivimos y de la educación que recibimos. Miguel Ángel no significa nada para quien no se haya formado en los valores estéticos de Occidente, y la pintura china no nos emociona demasiado cuando la enfrentamos.

Por otro lado, están el sufrimiento, el dolor injustificado, los accidentes de la existencia, los seres queridos que se van y no vuelven. La muerte acecha como el ocaso del sol.

Caminar es enfrentar retos y superar escollos. Vivir es autodefinirse constantemente. Hasta el fin, es decir, hasta que sé del fin.

Pensar es vivir. Vivir auténticamente, con conciencia de lo que yo quiero y de lo que otros quieren que yo quiera. Pensar es detener la parafernalia en la que estamos insertos, retirarnos un poquito, contemplar, formular preguntas e intentar hallar respuestas.

Pensar es una manera de colocarse frente al mundo, al otro, a las cosas; es una postura. Y también, un ejercicio, una práctica, un aerobismo del alma. Pensando es como tomamos nota de nuestra circunstancia actual y de nuestra circunstancia pasada, y de nuestro origen, y del origen de tantas ideas, imágenes y sentimientos.

Se necesita del pensamiento humano para saber por qué vivimos, por qué morimos, para qué estamos, y por qué se sufre, inútilmente, injustamente, y cómo consolarnos de tanta pérdida intermitente. Algo que nos contenga, que nos consuele, que nos explique.

Esto es el hombre. Un ser que pregunta, que se pregunta, y que nunca dejará de preguntarse por más respuestas que reciba.
Extraído del libro póstumo, “Reflexiones filosóficas; Los múltiples caminos hacia la verdad” (Editorial El Ateneo) El Dr. Jaime Barylko, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1936 y murió en 2002. Dedicó su vida a la educación y a la filosofía. Fue autor de numerosos libros, entre ellos El aprendizaje de la libertad (1982), El miedo a los hijos (1992), Los hijos y los limites (1993), Cábala de la luz (1994), Sabiduría de la vida (1995), Educar en valores (1997), Ética para argentinos (1998), El significado del sufrimiento (2000), La revolución educativa (2002) y muchos éxitos más.
Visto y leído en: RedSistémica Artículos "on line"

El artículo corresponde al libro 'Los hijos y los límites' de Jaime Barylko.

Capítulo IV : 'La empinada hacia uno mismo'
Del niño exigido, perseguido, presionado y reprimido de siglos pasados, se pasó al niño entendido, considerado, atendido en sus necesidades psíquicas tanto como las físicas,

Luego se fue patinando lentamente a los que yo denominé EL MIEDO A LOS HIJOS.

- No los toques que les hacemos moretones.
- Que no sufran.
- Que no se frustren.
- Que no vayan a caer en nuestros propios errores.
- ¿Y cómo sé yo que lo que hago por él, por ella, es bueno?
- ¿Cómo hacemos -se preguntaron los padres- para no cometer errores?

Lo mejor para no cometer errores, se sabe, es no hacer nada. Se empezó, por tanto, a hacer nada. Se borronearon los límites. Todo estaba permitido.

Si rompía sillones, era porque jugaba y se expresaba de esa manera. Si pateaba la mesa con la comida, era porque quería llamar la atención de sus padres.
Por ese mismo motivo lloraba como un loco. Por ese mismo motivo se pasaba largas horas sin llorar y sin decir palabra y sin molestar a los padres, para castigarlos.

Dejamos de ser padres, comenzamos a ser terapeutas de nuestros hijos, de los hijos del vecino, y a tener compasión por nosotros mismos,
Sobre todo mientras decíamos que los valores supremos eran la verdad, la espontaneidad, la libre expresión; todos debían expresarse libremente, menos nosotros los padres por...miedo.

Expresamos todo lo lindo, todo lo bello y florido y encantador. De los libros de texto y de los cuentos, desaparecieron los relatos de hadas y otras historias donde aparecen personajes monstruosos, en los que se menciona la muerte, en los que hay escollos, caídas, muertes, heridas, además de amor, caricia y mariposas.

Alguien decidió que los niños bien criados, han de criarse únicamente con mariposas, de papel, claro...
Visto y leído en: Palomas de papel

Ilustración: ciclomono (Tania Juárez y Carlos Vélez)

Carlos Vélez

Tania Juárez

¿PARA QUÉ TE EDUCO HIJO? (Jaime Barylko)

Si te educo, hijo mío, para lucirte en sociedad, si te educo para que ganes dinero, si te educo para que venzas a los demás en las contiendas de la existencia, te educo para la realidad inmediata, y eso es correcto.
Si te educara solamente para eso, te educo para el vacío y la desesperación, porque podrías llegar a tener todo, y aún entonces tendrás nada.

Es necesario también que te eduque para lo trascendente, para aquello que es invisible a los ojos, eso que no sirve para nada, sólo para vivir, para ser feliz, para creer, para confiar, para cultivar esperanzas, para soñar con un mundo mejor, superior, aunque sepamos que no es ni próximo ni cercano.

No sé estrictamente para que te educo. Pero sé para que querría educarte.
Para el cielo y para la tierra, para que tengas confort y bienes y bienestar.
Y para que seas feliz. Que no es cosa del verbo tener, sino del ser. Y el ser no busca cosas valiosas, sino valores, como la corona de olivo, la de una causa, la de alguna solidaridad, la que se gana sin ganarle a nadie, sino al contrario abrazando a alguien.
Extraído del libro “Los hijos y los límites”
De Jaime Barylko, Editorial Emecé

Imagen: wallpapers vladstudio

5 de noviembre de 2012

¿Qué es la felicidad?

Es el bien. El estar bien. El estar bien, puesto que no estamos solos, puesto que somos entes sociales, aún cuando físicamente nos encontremos solos, ese estar bien implica estar bien con otros. Encontrar en el mundo un hogar, en la vida un sentido, en ciertas horas la serenidad, la satisfacción de existir, de ser necesario para alguien.
Es decir, de amar. Que conjuga en amar y ser amado.
Jaime Barylko. “Cómo criar hijos más o menos felices” Edit. Sudamericana
Ilustración: Camila Fernández de Córdova (Camiluna)
“Estoy contento, tengo un cuento”