Creciendo como lectores, por Irene Vasco
JUGUEMOS EN EL BOSQUE DE LOS CUENTOS
Los cuentos, con sus estructuras y simbolismos, nos permiten transitar por obstáculos, dificultades y enemigos.
En los cuentos viven espantos, brujas, ogros, perversas madrastras, lobos, duendes y otros seres fantásticos, que se encargan de contar lo feo de nuestra naturaleza sin tener que asumir que somos nosotros mismos.
Los monstruos nos sirven de máscara para disimularnos y así poder contarnos quienes somos, que se espera y que no se espera de nuestra actuación en sociedad, como responsables futuros de la preservación de la especie.
Los niños escuchan las narraciones y entran en el juego. Se acomodan en el reino de la ficción y viven las emociones al lado de los protagonistas. Ríen, lloran, se asustan. Pero saben que hay llaves que abren y que cierran este lado paralelo de lo real. Transitar por las emociones de manera estructurada y armónica organiza el mundo interior, organizando de paso las relaciones con el mundo exterior.
Por eso los cuentos poblados de seres malvados son leídos y releídos... Los niños los oyen por primera vez con atención y curiosidad. No se fijan en los detalles porque lo importante es el desarrollo de la trama y su desenlace.
De ahí en adelante lo piden una y otra vez, encontrando nuevas circunstancias, deleitándose con las particularidades, emocionándose con las aventuras y sintiéndose seguros porque conocen el final, muchas veces feliz. El desarrollo emocional de los niños se fortalece en la medida en que crecen como lectores de estos cuentos maravillosos.
Una buena manera de iniciar a alguien en la lectura es leerle cuentos donde los héroes tengan que sortear algunos obstáculos y salir victoriosos al final.
Si la lectura es interesante, después de leer, suelen despertarse preguntas o comentarios. Estos deben ser naturales y espontáneos, nunca forzados. No deben parecer interrogatorios o exámenes.
La formación de lectores, por Irene Vasco
LA HORA DEL CUENTO
La voz humana narrando un cuento siempre será la mejor manera de iniciar procesos lectores y de acercar al auditorio a la palabra escrita.
Desde edad inmemorial, en todas las culturas, las narraciones se han transmitido de generación en generación por medio de la voz humana, con sus tonalidades, matices y emociones, además de la expresión corporal.
Tanto las narraciones tradicionales de las comunidades americanas como los cuentos de hadas europeos, se ocupan de ofrecer seguridad afectiva logrando que por mal que se sienta la persona que escucha, pueda remontarse a la promesa de un mundo mejor. Por eso una voz que narra siempre atrapa la atención del auditorio, pues al poner las angustias en palabras, es posible sentir que se pueden dominar.
Las reglas de juego de las comunidades, la seguridad, los valores universales de la humanidad, se recrean a través de las narraciones transmitidas por esta voz humana, que crea un ambiente de intensidad e intimidad en el espacio, conectándose con el auditorio.
Quienes escuchan, además de sentir placer, reflexionan sobre la actuación de los personajes frente a las situaciones a las que se enfrentan. Las comparan con sus propias vivencias y sacan conclusiones sobre sus propios destinos. Los deseos, temores, desafíos, dudas existenciales, relaciones con otros humanos y con el mundo sobrenatural, esperanzas y sueños, son puestos en escena utilizando animales, seres fantásticos y de ficción para que actúen simbólicamente, recreando la vida humana.
Un buen narrador conoce de antemano la historia que cuenta para poder trasmitir la emoción y el placer.
Diferentes narraciones hacen parte de la tradición oral de la humanidad:
• El mito cuenta una experiencia mágica o religiosa, como si fuera otra realidad, como si hiciera parte de la vida cotidiana.
En la antigüedad el mito era considerado como sabiduría y conocimiento transmitido únicamente a unos pocos iniciados que tenían poder sobre el cosmos.
• En el cuento maravilloso, originado en Europa e integrado a la cultura americana, lo religioso desaparece pero se mantiene la estructura del mito.
En uno y en otro estilo de narración, los elementos de la naturaleza y los animales humanizados actúan como protagonistas o como sus auxiliares.
Creciendo como lectores, por Irene Vasco
LAS VOCES INTERIORES
Las palabras dichas y cantadas por quienes rodean al bebé, articulan y organizan sus primeras lecturas del mundo exterior.
El lenguaje, compuesto por palabras, enlaza las generaciones. El niño escucha, descifra, interpreta. Sabe cuándo la madre está alegre, entiende sus tristezas, intuye sus angustias. La madre, por su lado, habla, canta, descifra e interpreta también.
Mamá y bebé se miran a los ojos. Mamá hace gestos, mamá arrulla, mamá alimenta con afecto, con leche, con canciones, con palabras dulces. Entre ella y su hijo se establece un vínculo sólido, afectuoso: el juego del diálogo.
El bebé sigue con atención cada gesto de la madre, escucha cada una de sus palabras. Pronto intenta imitarla, repitiendo los gestos, entrenando las articulaciones para poder pronunciar algún día. El deseo que siente el niño por poseer lo que la madre tiene, despierta la necesidad de aprender a hablar y el lenguaje se desarrolla.
Y lo más importante: el mundo interior, el de la mente del niño, se pone en movimiento. Las imágenes se convierten en voces, las voces se convierten en imágenes, las imágenes se convierten en palabras y representaciones. Cada palabra es un nuevo referente para el bebé que inicia su incorporación al mundo de la cultura.
Las palabras melódicas, armoniosas, entran a remplazar a la madre en su ausencia, las nanas adormecen al pequeño aún si está solo en su cuna. Hay alguien más con él… a pesar de que no esté nadie. Es su “madre interior” quien le acompaña y le descifra el mundo a través de las palabras y las melodías tantas veces repetidas en las nanas y los arrullos.
Este lenguaje, adquirido desde la primera infancia, es lo que constituye y organiza el mundo psíquico del ser humano, además de afectar su comportamiento y permitirle establecer relaciones con el otro.
Con el paso de los días, con el paso de las palabras, de piel a piel, de boca a oído, de mirada a mirada, el bebé comienza a reconocer señales. Su nombre, para comenzar. Y el de mamá. Y el de la comida, el juguete, el cambio de pañal, la hora del baño... Cada acción tiene su palabra. Cada palabra tiene su manera de pronunciarla, de vocalizarla, de entonarla.
Irene Vasco, colombiana, escritora y formadora de lectores y escritores.
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"Formar lectores significa ofrecer a los miembros de una sociedad herramientas para transitar por diversidad de documentos y materiales informativos, exposiciones, museos, libros, mapas, fotografías, internet, entre otros, con el fin de que su participación social sea efectiva y madura."