7 de agosto de 2013

Pablo Andrés Médici (Brocha)


AQUELLA NOCHE, LA LUNA ESTABA TAN HERMOSA,

QUE EL NIÑO QUE NADA TENÍA
ABRIÓ SUS MANOS,
ESPERANDO
QUE CAYERA
UN PEDACITO
DE LUZ



MELODÍA DE UN NIÑO QUE SE ENAMORÓ SIN SABERLO

Todavía no pude encontrarla,
con su pelo caracol garabateado.
Pero no puedo dejar de buscarla,
no puedo dejar de pensar en ella.
Y eso que la vi una sola vez.
Sospecho que esto que me pasa
debe ser por ese perfume de ola de mar
que olvidó en el airecito de mi ventana.



De la serie de las Costumbres Voladoras

Los niños con costumbres voladoras jamás serán abanderados, salvo que sean elegidos por sus propios compañeros.
No es que no sean estudiosos.
En realidad, viven queriendo desentrañar los misterios del mundo, pero el problema es que lo hacen a destiempo.
Si la maestra, por ejemplo, les habla de fracciones, ellos están pensando cómo harán los escarabajos para reconocerse entre ellos.
Y justo cuando están por ser entusiasmados con los tiempos verbales, se interesan a último momento por buscar números de teléfonos para llamar a desconocidos, imitando la voz ronca de una señora que quiere sacar turno en la dermatóloga o el estilo elegante de un señor que desea saber el precio de un reloj de arena.




Cuando se llega a cierta edad, resulta muy triste
andar por la vida con la mirada prestada.

1 comentario:

  1. hola soy de la escuela a la que vas el viernes me gustan mucho tus ilustraciones y cuentos

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