27 de julio de 2013

Poema: EL ABUELO DE LAS MANOS GRANDES, de Luciano Saracino, ilustrado por Sebastián Barreiro


Dicen que una vez la luna
saltó de su cuna
y cayó a la laguna
para hacerle una broma al sol.

Y las sirenas cantaron
y los gatos maullaron
y las estrellas bailaron
pero la luna, mojada, allí se quedó.

Dicen que esa vez mi abuelo
se acercó, y como en juego,
la colocó entre sus dedos
y la luna, encantada, a su casa volvió.

Es por eso que a veces
la luna canta en la orilla
porque mi abuelo, con su silla
la escucha y le cuenta historias de amor.

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