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En su obra La Cantante Calva, Ionesco nos presenta un mundo en el que los personajes hablan y hablan pero no se comunican. Las palabras se han convertido en piedras que caen, en cadáveres, en trampas para ocultar la lejanía y la ausencia: Un hombre y una mujer se encuentran por azar y comienzan a charlar amenamente... A medida que avanza la conversación, descubren que ambos han viajado desde Nueva York en el tren de las diez, y que incluso los dos viven en el mismo edificio de la quinta avenida. Más sorprendente aún, ambos tienen una hija de siete años e incluso viven en el mismo apartamento. Para su sorpresa final, descubren que son marido y mujer.
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En su obra La Cantante Calva, Ionesco nos presenta un mundo en el que los personajes hablan y hablan pero no se comunican. Las palabras se han convertido en piedras que caen, en cadáveres, en trampas para ocultar la lejanía y la ausencia: Un hombre y una mujer se encuentran por azar y comienzan a charlar amenamente... A medida que avanza la conversación, descubren que ambos han viajado desde Nueva York en el tren de las diez, y que incluso los dos viven en el mismo edificio de la quinta avenida. Más sorprendente aún, ambos tienen una hija de siete años e incluso viven en el mismo apartamento. Para su sorpresa final, descubren que son marido y mujer.
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En la casa del matrimonio Rodríguez,
él y ella están viendo televisión,
sin cruzarse, jamás, una palabra,
hasta el día en que se fue la luz.
Entonces, él la miró al rostro y le dijo:
“¿cómo está usted?
Creo que no nos conocemos,
mi apellido es Rodríguez.
¿Cuál es el suyo?”
Y ella le dijo:
“Yo soy la señora Rodríguez.
Será que usted y yo somos...”
De pronto, regresó la luz,
volvió a funcionar la televisión
y ellos no continuaron averiguándolo.
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Visto y leído en: Nuevas parábolas para educar valores. Por Antonio Pérez Esclarín (Formato pdf)
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En la casa del matrimonio Rodríguez,
él y ella están viendo televisión,
sin cruzarse, jamás, una palabra,
hasta el día en que se fue la luz.
Entonces, él la miró al rostro y le dijo:
“¿cómo está usted?
Creo que no nos conocemos,
mi apellido es Rodríguez.
¿Cuál es el suyo?”
Y ella le dijo:
“Yo soy la señora Rodríguez.
Será que usted y yo somos...”
De pronto, regresó la luz,
volvió a funcionar la televisión
y ellos no continuaron averiguándolo.
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Visto y leído en: Nuevas parábolas para educar valores. Por Antonio Pérez Esclarín (Formato pdf)
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Ilustración: Pablo Colaso
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