3 de abril de 2013

EL ESCRITOR

Cada media noche me levanto a escribir.
Sigo un ritual.
Voy a la nevera, me sirvo un vaso de leche y unas galletas.
Abro la ventana del salón, me siento, y dejo las zapatillas exactamente debajo de mis pies, entre el talón y el dedo gordo.
Algunos dirán que este es un comportamiento obsesivo compulsivo, y puede que lo sea, pero si no sigo estas acciones soy incapaz de escribir nada.
Enciendo la pantalla.
Creo un nuevo fichero, y miro la página en blanco.
Me concentro.

Generalmente las historias me surgen como tráileres de un dvd: Una chica en apuros colgada de un barranco con una maleta de dinero esposada a su muñeca, un espía infiltrado en la antigua KGB a punto de descubrir un oscuro secreto que cambiara el destino de la humanidad, la titánica lucha entre el bien y el mal y su fatal desenlace... cientos y cientos de argumentos, multitud de diálogos con los que cubrir miles de párrafos vacíos.

Imagino relatos magníficos que harían llorar al más duro de los reclusos. Aventuras con las que se comerían las uñas las abuelas de mi barrio. Amores vampíricos adolescentes que harían suspirar al más escéptico de los desenamorados.

Todas y cada una de ellas cobran vida en la pantalla.
Luego, tras un rato, me entra el sueño y apago el ordenador.
Empezaré a escribir mañana.

La gente no lo sabe, pero cada noche, escribo una novela espectacular.
Óscar Torres, de Sevilla Escribe - Colectivo literario

IMAGEN: Wallpaper by ~vladstudio

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